viernes, 31 de agosto de 2012

I, II, III y IV, los planetas medicianos

Al fin una noche limpia, la del viernes pasado, no se podía desaprovechar. El único inconveniente era el frío y el horario en el que los objetos que quería ver harían su aparición, a saber 4:30 de la madrugada (ya siendo sábado). Pero bueno, luego de un mes de frustraciones, puse el despertador, preparé una buena campera, bufanda, gorrito de lana y partí para el patio, telescopio al hombro.

Estaba muy interesado en observar Júpiter, era el gran planeta que faltaba ver. Identificarlo a simple vista fue sencillo, brilla mucho, no tanto como Venus que estaba empezando a asomar en el horizonte, pero se destaca por sí solo en el cielo desnudo. Apunté hacia allí, enfoque, pude ver un muy disco brillante, amarillento, seguido por cuatro pequeños puntitos, tres a un lado (y más juntos) y uno en el lado opuesto (un poco más distante). Decidí cambiar el ocular por uno más corto, que me diera mayor aumento. Y entonces, luego de pelar un poco que el enfocador, pude ver un disco marrón claro, o beige, con dos líneas horizontales más oscuras. Es emocionante descubrir que estos objetos tienen varias formas y colores y que no son simples puntos brillosos en donde no se distingue más que una luz puntual y de un sólo color. Pero es más emocionante ver con tus propios ojos todo un sistema de lunas, orbitando un planeta que está a más de 588 millones de kilómetros de tu casa.
Júpiter y sus lunas. (Simulación por software Stellarium)
Puede que este sea también el mayor hallazgo que hizo Galileo con su rudimentario telescopio. El descubrió estas cuatro grandes lunas, aunque al principio creyó que eran estrellas. Luego, al ver que siempre estaban alrededor de Júpiter, y en diferentes posiciones, concluyó que deberían ser pequeños planetas, orbitando Júpiter. A estas lunas las llamó Planetas Medicianos I, II, III y IV. Un descubrimiento que en su época sería revolucionario, ya que confirmaría la validez del sistema Copernicano demostrando que las cosas "NO" giran alrededor de la Tierra.
Anotaciones de Galileo sobre Júpiter y sus lunas.

sábado, 18 de agosto de 2012

Un larga espera

Con esta, van ya cuatro semanas seguidas sin poder disfrutar de un cielo despejado. ¿Será que no piensa mejorar el clima es los fines de semana? Cada vez que llega el viernes y digo "por fin, esta noche voy a poder intentar encontrar este objeto, y este otro, y aquel" el cielo se tiñe de gris, se llena de nubes y ahí se quedan, hasta el lunes como mínimo. Y esta última semana en particular ya viene lloviendo desde el miércoles, así que no tengo muchas expectativas puestas en una posible mejoría.

Un cielo encapotado.
Es esta la razón por la que no he publicado nuevas entradas en este último tiempo. Las ganas de salir se amontonan y la paciencia empieza a ser algo difícil de sostener. Pero bueno, sólo queda esperar, "...siempre que llovió paró..." dicen, y bien sabemos que así es. De momento me ha apuntado varios objetos a los que intentar localizar cuando el cielo no de su permiso.

Es todo por el momento, les dejo un saludo y el deseo de que nos lleguen "buenos cielos".

lunes, 23 de julio de 2012

El alto planeta de tres cuerpos

Cuando Galileo observó por primera vez a Saturno, no logró distinguir que era aquello que aparecía a sus lados. Pensó que podría tratarse de un planeta formado por tres cuerpos, uno central 3 o 4 veces más grande y dos laterales más pequeños, los cuales se mantenían siempre en la misma posición.
Bocetos de Galileo sobre Saturno.
Hubo que esperar casi 50 años y mejores telescopios hasta que Christiaan Huygens anunció que en realidad dicho planeta estaba rodeado por un anillo. Hoy día, con los avances tecnológicos, podemos saber que se trata de un complejo sistema de anillos, cada uno con características diferentes.

Esta breve anécdota introductoria me da pié para contarles mis avances del fin de semana. Conseguí un lugar con mejores condiciones de cielo, básicamente menos afectado por la luz del alumbrado público. Además, la noche del sábado se presentó sin nubes y con una "nitidez" apreciable. La casi ausencia de la Luna (está apenas saliendo de su fase "luna nueva") hizo también su aporte.

En esta ocasión estaba decidido a encontrar a Saturno. En las observaciones anteriores sólo podía encontrar puntos luminosos, sin saber con exactitud  que estaba viendo y  en esta ocasión comencé más o menos de la misma manera. Apunté el pequeño buscador hacia lo que sabía que era mi objetivo, pero créanme, no es lo mismo lo que se ve con los ojos desnudos a lo que aparece en el ocular del telescopio. Para complicar un poco la cosa, el espejo y las lentes invierten las imágenes, por lo que uno intuitivamente tiende a moverse en la dirección contraria generando una sensación de "¡No sé donde estoy apuntando!". Afortunadamente soy bastante porfiado, por lo que intenté repetidas veces hasta lograr familiarizarme con los mandos finos, y agarrarle la mano a lo de "ir para el otro lado". Fue así que supe inequívocamente que tenía a Spica enfocado en el ocular, por lo que mi objetivo de la noche debería estar un poco más a la derecha. Comencé a girar lentamente en esa dirección hasta que apareció un pequeño "sombrerito" muy brillante. Era ese, sin dudas, ¡era Saturno!. Inmediatamente cambié por un ocular más corto, que me diera al menos el doble de aumento para poder distinguir mejor lo que veía. No les miento, es muy emocionante la primera vez que lo vez. Sus anillos son tan notorios, y aunque uno sabe de antemano que están, el hecho de que los demás objetos solo se vean como puntos o pequeños discos, hace que sea todo un descubrimiento. Como premio extra, entró en el campo de visión un pequeño punto que no era otro que su mayor satélite Titan.
Saturno y Titan desde un reflector newtoniano 114/900.
Debo decir que esta experiencia colmó mis expectativas e incluso las superó. Las dudas que tenía al principio sobre si el instrumento que estaba comprando sería lo suficientemente potente como para no decepcionarme quedaron totalmente disipadas. Ahora solo espero que lleguen noches de cielos despejados y poder descubrir muchas cosas más que están allí arriba, esperando a ser apuntadas.

lunes, 16 de julio de 2012

Primer contacto

Armar el telescopio era el primer reto. No fue complicado, solo hubo que seguir las instrucciones del manual y luego de una hora ya estaba listo para "el debut", solo que aún eran las 3 de la tarde. La ansiedad crecía y la noche se hacía desear un poco, pero nada más restaba esperar. Mientras, empecé a "jugar" un poco con un software de libre distribución que lo recomiendo 100%. Se llama Stellarium y viene a ser algo así como una carta estelar en tiempo real, interactiva, configurable y extremadamente útil para localizar objetivos en el cielo, ver cómo lucirían en la mira de nuestro telescopio, y ¿por qué no?, aprender un poco más sobre constelaciones, planetas y todo tipo de objetos celestes. Lo pueden descargar de www.stellarium.org.

Apenas el sol se puso en el horizonte, salí al patio. Era el momento de mirar al cielo por primera vez. Busqué un lugar desde donde tuviera buenos ángulos de visión, como para poder apuntar en cualquier dirección, así podría elegir mayor de cantidad de objetivos. Una vez que puse la montura en estación (algo que aprendí por la tarde leyendo información en foros y sitios de internet), miré hacia arriba y me invadió una gran confusión. Era muy difícil poder reconocer cada punto luminoso, incluso pocos minutos después de haber visto en el programa dónde estarían más o menos cada uno. Volví a consultar el software y tomé la decisión de observar Saturno, ya que debido a la hora, parecía el objeto más fácil de encontrar en ese momento. Me tomó bastante trabajo encontrarlo con el telescopio, en un momento no sabía si tenía en la mira a Saturno, Spica, Marte o la estrella Arturo. Mi desorientación era grande, y más aún la hacía el hecho de que no lograba hacer buen foco con el ocular. Luego de un rato, los puntos borrosos empezaron a ganar brillo y consistencia, pero las lámparas del alumbrado público deterioraban mucho las condiciones. Tal es así que nunca supe si realmente tenía a Saturno en foco. Yo solo podía ver un punto de luz amarillento, sin rastro de anillo alguno. Se hizo la hora de la cena, por lo que recogí el equipo y me fui para adentro. Decidí que intentaría nuevamente más tarde, cuando Venus o la Luna estuvieran al alcance.

Puse el reloj despertador a las 5:30, ya que era la hora en que el stellarium decía que Venus haría su aparición por el este. Lo que no había tenido en cuenta es que todavía estaba bajo en el cielo, y la pared de la casa del vecino me obstruía la vista. Pensé en Júpiter, que también asomaba en esos momentos, pero corría la misma suerte. Lo único que tenía a mano era la Luna, en realidad había miles de otros objetivos, pero luego de la experiencia anterior, sólo quería algo fácil de ubicar y enfocar. Así que apunté hacia allí, puse un ocular de 25mm, tuve una breve pelea con los mandos finos de la montura (al principio los movía intuitivamente en sentido contrario) y finalmente ahí estaba. Brillante, con detalles que jamás le había visto en vivo y en directo. Parecía que estaba tan cerca, llena de "pozos" y "manchas" y esa sombra que no dejaba duda alguna de su forma esférica. Para que se hagan una idea de lo que vi, les dejo una imagen obtenida en la web que se aproxima bastante en detalles.


Fue entonces que supe que mi inversión valió la pena. Y que ahora sólo era cuestión de aprender, practicar, conseguir mejores lugares de observación y disfrutar de algo que realmente no se puede contar. Porque no existe comparación alguna entre una foto, tomada por alguien, en algún lugar, con la experiencia de ver con tus propios ojos las maravillas que están allá afuera.

Antes de terminar quería agradecer a la gente de Espacio Profundo que me han dado algunos consejos y donde pude encontrar mucha información útil para iniciarme en esta tarea.

Por ahora es todo, hasta la próxima entrada.

viernes, 13 de julio de 2012

Causas y azares

Primero lo primero, una breve presentación. Me llamo Pablo, estoy a pocas materias de ser Ingeniero en Sistemas de Información y soy de una pequeña localidad del interior santafesino cuyo nombre es Bernardo de Irigoyen.

Al igual que a muchas personas, siempre me intrigó la astronomía. Cada uno con su modo de ver las cosas, algunos por motivaciones científicas, o religiosas o por simple curiosidad (que creo que es la esencia de las dos anteriores). He leído un poco al respecto (no soy un asiduo lector la verdad) y he visto cantidad de programas y documentales. De toda esa cantidad abrumante de información recolectada, lo que me más me llegó fue una frase pronunciada por el astrónomo estadounidense Carl Sagan "We are star stuff contemplating the stars". Un resumen magnífico de lo que es la ciencia y en especial la astronomía.

A pesar de esto, no fue hasta hace unos pocos meses que vi la posibilidad real de tener mi primer telescopio. La verdad estaba muy confundido en que comprar, donde, cuanto gastar. ¿Valdría realmente la pena? Por un lado deseaba tener algo con qué mirar el cielo, pero por otro pensaba que quizás iba a gastar mucho dinero en algo que terminaría decepcionandome (a menos que gastara realmente mucho mucho dinero). Comencé entonces a averiguar precios, tipos, tamaños, lugares. Finalmente llegué a la conclusión de que debía conseguir algún modelo de gama media/baja, de precio accesible pero no muy básico para no terminar creyendo que los astrónomos imaginan las cosas que ven. Así que mi decisón final fue comprar un telescopio reflector (o newtoniano) marca Sky-Watcher modelo Explorer 114 EQ2.

Mi primer telescopio.
Ya nos nos hemos presentado, de aquí en más iré contando y comentando mis sensaciones y experiencias en este nuevo "hobby" que promete largas y oscuras noches de frío, mate y "buenos cielos".